MENDICIDAD Y NOTICIA
En un país como el nuestro, sin importar la ciudad, encontrar mendigos por doquier, no significa ser conscientes del problema. A veces resulta necesario que la vida nos ponga en contacto con el otro, para reconocer que la problemática y los factores que la originan, existen.
Ernesto, se llamaba el paciente que había seleccionado para elaborar mi Historia Clínica en la Sala de cirugía del Hospital San Juan de Dios de Armenia. Cursaba las preclínicas de Medicina y su problema digestivo era perfecto para presentarlo en ronda médica. Mi sorpresa llegó al día siguiente cuando me acerqué a conocerlo, era un ‘mendigo’ y así me respondió al preguntarle por su ocupación.
Año tras año, las tazas de desempleo crecen en el país. No es cosa de haber contactado a este paciente unos meses posteriores al terremoto de Armenia en 1999, para adjudicarle esta causa a la que él llamó su ‘ocupación’, pues la ‘ejercía’ desde finales de 1997 cuando muerta su compañera y sin hijos, fue despedido de la finca a la que prestaba sus servicios. Se hacía evidente que esta situación de salubridad derivaba de problemas sociales como el desempleo, que con medicamentos y otras medidas de salud, no encontraría verdadera solución.
De manera inesperada, la Mendicidad pasó a ser la temática en la presentación del caso clínico abordada por nuestro docente con el mismo ardor con el que podía hablarnos de gastritis. El ejercicio médico convirtió en consulta un tema extra rotación para el día siguiente, con una actualización del mismo.
Cada estudiante se llegó con datos diversos y miradas desde distintas ópticas. Corroboramos que la Problemática sobrepasaba la escala nacional, haciéndose mundial por su existencia en muchas capitales del mundo. No sólo era situación de Armenia como una de las más afectadas por el desempleo, también de Bogotá o Medellín, con menores índices. Históricamente, reportada desde los inicios de la sociedad, su presencia aparecía documentada en textos milenarios e incluso en la literatura, en obras como la Odisea, donde Ulises se disfrazó de mendigo para no ser reconocido[i].
En la actualidad, varios años después, otras ciudades internacionales de la talla turística de Santo Domingo reportan la mendicidad; hecho señalado por el periodista Héctor Minaya en su artículo del diario digital, en el que utiliza el término de la ‘cultura de la mendicidad’ para referirse a esta como problema social con sus formas y modalidades en dicha capital[ii]. Añade el reconocimiento de alguna de sus formas en todos los países, por más prósperos que sean, explicándose que en estos los mendigos cuentan con subsidios estatales, tienen seguridad social y un número mucho más reducido al existente en países en desarrollo.
Dichas formas y modalidades, van desde limpia vidrios y madres con sus niños hasta menores o aprendices de malabaristas, entre otras; que como mercado, apelan a la lástima para obtener millonarios dividendos, que en muchos casos no van al bolsillo de los ejercen su ‘oficio’ de mendigos. Operan igual en todas las ciudades y específicamente en Medellín, según cifras de la Alcaldía Metropolitana, el último censo indicó que en sus calles hay 3430 niños pidiendo limosna y que el ingreso diario promedio es de 70 mil pesos que ven pasar a las manos de sus “dueños”. En Latinoamérica la cifra asciende a cuatro millones de niños en situación de mendicidad[iii].
Cierto es que en Armenia por aquellos días, la cifra de indigentes aumentó tanto como número de albergues tenía la ciudad post terremoto, sin embargo no eran niños ni menores de edad. Mi paciente, un hombre de 48 años procedía de uno de los municipios cercanos y para entonces, además de su historia de salud, la historia social crecía en interés, era punto de partida y de llegada. Su conocimiento aclaraba la evolución sobre su enfermedad pero no daba soluciones de fondo a corto ni mediano plazo.
Por tanto pese a su antigüedad, la mendicidad mencionada igualmente en la Biblia[iv], como problema social es más un fenómeno moderno; asociado a la pobreza, la indigencia, el desempleo, la miseria y en fin a la falta de los recursos necesarios de una gran parte de la población, para proveerse de la subsistencia. Los datos de la miseria en nuestras ciudades colombianas asustan, más de la mitad de la población del país está clasificada como pobre (29.000.000 de hab.); y otras causas como el desplazamiento forzoso, la droga y la crisis económica han provocado en los últimos años un crecimiento de la mendicidad siendo ahora los protagonistas más importantes, aunque no los únicos, los niños[v].
Esto nos habla de un cambio en los patrones, hace 10 años los niños no eran los protagonistas que tenemos hoy ni había “dueños”. Ernesto, al interrogatorio no veía en los semáforos un lugar propicio para su ‘ocupación’ a diferencia de hoy cuando aparecen ‘escriturados’ e iba libremente por las calles. Si bien era la lástima que despertaba, la que le ofrecía el alimento cuando las cafeterías no le proveían un pan mohoso y duro, era consiente que a su edad nadie le ofrecería un empleo, jamás fue a la escuela y no quería morirse de hambre.
Entonces, no todos lo hacen subordinados por otros, la situación personal tenía y tiene relevancia. Esta “patología social asociada a los procesos de discriminación social que acontecen en virtud de las características del Modelo de Desarrollo vigente, cuya naturaleza hace posible el fenómeno de la exclusión social que se empeña en negar oportunidades sociales a no pocos habitantes”[vi], pasa a ser factor contribuyente del surgimiento de la mendicidad como síntoma social.
Como era costumbre, además de un interrogatorio al paciente, se hacía necesaria una examinación de su cuerpo. En verdad no me sentía preparada para hacerlo, y viendo su rostro sin afeitar, sus manos y pies algo sucios, opté por pedirle autorización para hacerlo a primera hora de la mañana siguiente una vez estuviera aseado, apelando a la posibilidad de una revisión por parte de mi profesor. Su respuesta no se hizo esperar, “Señorita, a mí me apena lo que pueda decir el Doctor, pero esos lujos de un jabón y una cuchilla no puedo dármelos”. Para tranquilizarlo le llevé un jabón y la cuchilla comprados en la farmacia del Hospital, bien sabía que no habría más doctor que su examinadora.
Reconocía el repudio, ese que muchas veces nos impulsa a sacar cualquier moneda con tal de no vernos cerca del limosnero, acción ya no motivada por la lástima. Todo podía permitirme menos hacerle un examen físico utilizando guantes. Lo encontré diferente, casi parecía otro, excepto por sus bellos ojos verdes. Para cuando tuvieron que conocerlo mi profesor y compañeros, lucía ropas limpias que conseguí con las damas voluntarias. El abordaje natural de mi docente, fue la lección de vida que aprendieron mis compañeros. Cuando lo presentaba, sus caras no podían ocultar la sorpresa, ¡era el primer paciente mendigo que examinaban! Se veían obligados a tratarlo sin repulsión, a tocarlo con la misma espontaneidad con que lo hizo el ‘Doctor’ como lo llamara Ernesto.
Nacemos, sin elegir un lugar en el mundo ni unas condiciones preexistentes. Lo social, no es siempre, en problemáticas como esta, asunto de Gobiernos, que requiera medidas radicales. Son cuestiones para planes de gobierno donde los más desprotegidos no son más que herramientas…, pura violencia política para la obtención de votos, favores y cargos. Tal como lo cita una frase de un distinguido Empresario Colombiano, “Se siente frustración al percibir en sectores de la sociedad la corrupción que corroe como un mal peor que la propia violencia... Colombia ostenta el vergonzoso segundo lugar en Corrupción en América Latina y el tercer lugar en 52 Países”[vii]. En lo personal, no creo que la clase gobernante sea incapaz, simplemente no quiere hacer nada.
Nosotros, esa ciudadanía aparentemente independiente de la problemática, que la sentimos lejana, no podemos desconocer que existe y aprender su multicausalidad. Hay recuerdos que perduran y al salir aquella tarde de la rotación, unos más cabizbajos que otros por sus egos, nos enteramos que el mejor amigo durante la infancia de nuestro docente, era otro mendigo más de la ciudad, que pese a una cuna noble y a recibir educación, por dificultades con el juego y las drogas, había perdido una fortuna y a su familia. Al fin, como conclusión suya, una frase quedó en nuestras cabezas: “Lo tremendo de la mendicidad es que nadie está libre de caer en ella”.
[i] MINAYA, Héctor. La Cultura de la mendicidad. En http://diariodigital.com.do/articulo,10074,html
[ii] IBID
[iv] S.S. Juan Pablo II, Catequesis de en la audiencia general de los miércoles 27 de octubre de 1999 El amor preferencial por los pobres. En: http://www.multimedios.org/docs/d000484/
[v] PINILLA de C, Martha. Percepciones de la Mendicidad. Ponencia Foro sobre Mendicidad Infantil. ICBF. Sep, 2004. En: http://www.unisimonbolivar.edu.co/revistas/aplicaciones/doc/166.pdf
[vi] VARGAS, Ronal y CASTRO, Juan Félix. La mendicidad: Un problema de las víctimas y de la sociedad. Liberia, Nicaragua. Jun, 2010. En: http://www.informe-c.info/general/%E2%80%9Cla-mendicidad-un-problema-de-las-victimas-y-de-la-sociedad%E2%80%9D-8967.html
[vii] RIVAS, José. El Verdadero problema de Colombia. Citado en el Periódico El Colombiano, 30 de marzo de 2003, Pagina 2b. En: http://www.monografias.com/trabajos13/verpro/verpro.shtml
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